PUBLICADO EN FACEBOOK EL 20 DE OCTUBRE DE 2012
Los símbolos se pueden ver pervertidos en los actos de un
loco.
Dos ejemplos:
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EL ESPIA DIGITAL.COM VIERNES
19 DE OCTUBRE DE 2012
Rafael García de Vinuesa es el "valiente inductor"
del asalto al colegio salesiano María
Auxiliadora de Mérida. Según la Policía, su labor fue la de animar a los 100
estudiantes al grito de "¿Dónde están los curas que los vamos a quemar?”
mientras él se quedaba fuera en un alarde de valentía.
Con 24 años, García de Vinuesa es secretario de Juventudes
Comunistas en Extremadura, máximo responsable del Área de Juventud y es
conocido como el 'nini' por sus compañeros de partido, según recogió el pasado
19 de octubre de 2012 el diario El Mundo.
"Empecé a militar en las Juventudes Comunistas con 14
años. Estudiaba en un colegio de monjas y sí, te mostraban el mundo injusto,
desigual. Pero la alternativa era o pasar el cepillo o rezar a Dios. No me
convencía. Yo tenía conciencia de clase y descubrí una organización que
persigue construir una sociedad mejor", explicaba él mismo al diario
Público en 2009, en un artículo titulado "Los nuevos rojos".
El colmo de la desvergüenza es que este individuo milite en
IU, partido que con todo descaro sostiene al Gobierno del PP en la Junta de
Extremadura. Todo muy coherente. Tampoco se tiene noticias de que el Presidente
de la Junta y sus palmeros hayan puesto en su sitio a sus “socios” del partido
de Cayo Lara. Al fin y al cabo, son de la misma casta… la política, al parecer
una clase muy “especial” en este desdichado país.
El colegio denuncia el asalto
El colegio salesiano María Auxiliadora de Mérida presentó el
18 de octubre de 2012 una denuncia en la Comisaría de Policía Nacional por los
incidentes ocurridos en el centro el pasado miércoles durante la huelga de
estudiantes. En el escrito se explica:
"Hacia las 13.20 horas del miércoles un grupo de unos
cien jóvenes accedieron al recinto del colegio. El personal de mantenimiento y
algunos profesores trataron de impedir el paso a este grupo, pero unos diez
lograron acceder al interior del edificio, profiriendo gritos contra la
institución, violentando al personal que encontraban a su paso e intentando
impedir el normal desenvolvimiento de la actividad académica".
Los jóvenes intentaron entrar por la fuerza en las clases,
donde se encontraban los alumnos del centro -más de 1.000, desde los primeros
cursos de Infantil- con el objetivo de arrancar los crucifijos, según ha
relatado el director del centro, Marco Antonio Romero. "Más educación
pública y menos crucifijos", coreaban a las puertas de las aulas.
Un trabajador encargado del mantenimiento del centro ha sido
zarandeado y derribado al suelo cuando intentaba impedir que no entrasen por
las puertas.
Varios de estos profesores les hicieron frente y les
instaron a marcharse, aunque los asaltantes se negaron y respondieron con
amenazas verbales y empujones. Los asaltantes portaban banderas republicanas y
tildaban a los profesores del centro de "putos fascistas" y también
arremetían contra los alumnos del centro. A su vez, intentaron robar de las
clases algunos ordenadores portátiles y accedieron al comedor del centro, que
se encontraba aún vacío de escolares, y tiraron al suelo bollos de pan y
numerosos platos, además de realizar pintadas groseras por el centro. También
pusieron un bollo a los pies de la estatua de Domingo Sabio, y regaron con
mangueras a los alumnos que estaban en sus aulas.
La peor parte se la llevó una profesora, que impidió por
todos los medios que accedieran al aula donde estaban dando las clases. Después
de intentarlo incluso por las ventanas, cuyas persianas eran rápidamente
cerradas por profesores y alumnos desde el interior de las aulas, una profesora
fue herida al pillarse los dedos con una puerta que los asaltantes intentaban
forzar. En su ataque, los jóvenes portaban teléfonos móviles para, según ellos
mismos espetaban a los profesores, grabarles si los docentes les intentaban
sacar del centro por la fuerza: "Tú tócame, que te grabo y se te cae el
pelo porque soy menor", les decían con altanería.
Mientras transcurrían los incidentes, pasados unos minutos
de la una de la tarde, la dirección del centro llamó de forma urgente a la
Policía y una dotación acudió al centro educativo y cerró la carretera al
tráfico para impedir el acceso al resto de los asaltantes. Los agentes
intentaron deponer la actitud de los jóvenes, aunque en todo momento evitaron repeler
las agresiones a los profesores para intentar, a través del diálogo, calmar los
ánimos. La profesora herida acudió posteriormente al Servicio de Urgencias del
Hospital de Mérida y después, con el parte de lesiones, el colegio tiene
previsto presentar una denuncia contra los agresores.
El centro educativo se encuentra en la periferia de la
ciudad y hasta allí se trasladaron los estudiantes en su día de huelga por lo
que la dirección del centro prevé reforzar la seguridad para la jornada de
mañana, la tercera y definitiva de la huelga en la educación pública, en
previsión de sufrir algún ataque de similares características.
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19 de abril de 1993
El nombre de Waco y el de un rancho próximo llamado por sus
ocupantes Monte Carmelo pasaron del más absoluto incógnito a ser noticia con
motivo del asedio y posterior destrucción de unas paredes entre las que
aguantaban el cerco David Koresh y sus seguidores, los davidianos, del que éste
se había autoproclamado líder espiritual. Era el 19 de abril de 1993 cuando,
tras casi dos meses de conminación a la rendición (exactamente 51 días), las
tanquetas del FBI entraron en el citado rancho ubicado cerca de Waco (Texas).
Tras los agentes, otro «ejército» tan numeroso como el de aquellos: los
periodistas que captaban con sus cámaras (más de un centenar) el horrendo y
dantesco paisaje después de la batalla.
David Koresh Yaweh se llamaba realmente Vernon Wayne Howele
y era uno de los numerosos predicadores generalmente apocalípticos que en
Estados Unidos aterrorizan a sus seguidores con toda clase de calamidades
individuales y colectivas a no ser, claro, que les sigan a ellos en la fórmula
única (única de cada uno de estos cientos de engañabobos) para formar parte de
un restringido grupo que, cuando toda la humanidad perezca, logrará salvarse.
En el caso de Koresh, y como en tantos casos similares, todo se reducía a un
fundamentalismo cristiano que ni siquiera interpretó los pasajes más oscuros de
la Biblia sino que, por el contrario, los siguió al pie de la letra. Ya desde
sus tiempos de estudiante en Houston, Vernon Wayne, que era un mal estudiante,
provocó —y quiso compensar aquella carencia— a sus profesores con la
memorización de todos los textos bíblicos.
Pues bien, siendo ya el líder de los davidianos se había
metido entre pecho y espalda el Libro de las Revelaciones, y como otro burdo
«mesías» más salido de los histerismos de una sociedad enferma (realmente
estaba convencido de ser la nueva reencarnación de Jesucristo), anunciaba todo
un panorama de final inmediato con tétricos tintes de castigo divino, invitando
a la gente a que se salvara siguiendo su camino.
La secta de los davidianos se basaba en un fundamentalismo
cristiano que anunciaba el Apocalipsis
Koresh había llegado a dirigir su secta a través del
matrimonio con Rachel Jones (14 años), hija de uno de los dirigentes de la
misma y al que arrinconó enseguida, sustituyéndolo en la cima jerárquica. De
todas partes llegaban nuevos adeptos ganados por la persuasiva doctrina de un
David Koresh que, al fin y al cabo miembro de una sociedad como la
estadounidense, estaba armado hasta los dientes dentro de lo que sería su gran
mausoleo en Waco. Previamente había efectuado compras de armas por valor de más
de 250.000 dólares, según él para estar preparados llegado el momento del acoso
del «Mal».
En vísperas de la tragedia, y en el que sería su último
refugio, Koresh había reunido junto a él a numerosos adultos pero también a un
buen número de niños, y con unos y otros, se dispuso a convertir en un fortín
inexpugnable el rancho Monte Carmelo. El primer encontronazo había tenido lugar
el 28 de febrero, cuando las autoridades, tardíamente preocupadas por el cariz
que tomaba el asunto, decidieron pasar a la acción, acusando a los davidianos
de tenencia masiva de armas y de abusos sexuales para con los niños que
mantenían a su lado. Recibidos a tiros, los agentes contestaron de igual
manera, produciéndose entonces un primer balance de cuatro agentes muertos y
una decena de sectarios abatidos. La cuenta atrás empezaría a ponerse en marcha
desde aquel día premonitorio.
Las túnicas anaranjadas que vestían sus seguidores serían,
durante los siguientes 51 días, blancos perfectos para los prismáticos de los
que los cercaban, y también, para efectuar los primeros disparos, que al final
acabarían siendo continuos, y que eran respondidos por los asediados utilizando
el arsenal que guardaban entre aquellas paredes. Durante esos largos días,
murieron miembros de los federales y también de los davidianos, en un goteo de
víctimas que preparaba la gran hoguera final. De vez en cuando se conseguía un
alto el fuego para una nueva mediación que diera lugar a una salida airosa al
conflicto, sin resultado alguno. Pero los asaltantes no sólo utilizaban las
armas mortíferas reales (sin hacer ascos, por cierto, a la utilización de gases
prohibidos por todas las legislaciones y que eran arrojados al interior del
rancho), sino que recurrieron a una guerra sucia. Para ello no dudaron en, por
ejemplo, cortarles la luz, el agua y la llegada de alimentos, al tiempo que,
llegada la noche, potentes reflectores barrían las ventanas del rancho, para
impedir el más mínimo descanso de los sitiados. Como guinda de aquella batalla
terrible, potentes altavoces difundían música rockera a todo volumen. Pero
junto a esta parafernalia sicodélica y enloquecedora, algo se echaba de menos.
Algo, teóricamente, muy importante: la presencia allí de bomberos y
ambulancias, necesarios siempre en una situación a punto de estallar. Unos y
otras eran invisibles incluso en los tensos momentos que precedieron al final.
Los davidianos fueron asediados por los federales,
produciéndose bajas en ambos bandos
Dicho final tuvo lugar el día 19 de abril cuando, a las 5,30
horas, los tanques del FBI decidieron atacar definitivamente. Cuando los asaltantes
lograron abrirse camino por entre las llamas que ya consumían el edificio del
rancho, ante su vista aparecieron confundidos y mezclados los cuerpos
carbonizados de la mayoría de los seguidores de Koresh, incluido este mismo,
que presentaba un solo disparo en la frente. El apocalipsis próximo profetizado
por el perturbado Vernon Wayne había llegado por fin para él y los suyos, y era
ya una terrible y humeante realidad para buena parte de los que tuvieron la
debilidad de creerlo.
El balance final de muertos dentro de Monte Carmelo fue de
69 adultos y 17 menores, todos calcinados. La versión oficial de la policía
hablaría de que fueron los mismos davidianos los que provocaron el incendio en
un aquelarre de suicidio colectivo. Otras fuentes se refirieron, por el
contrario, a vuelcos de las tanquetas federales que habrían provocado la
inflamación del queroseno y, a su vez, habrían trasladado las llamas al
interior del rancho. De cualquier forma, la tragedia había finalizado y Waco
sería ya, en el futuro, un nombre de referencia macabro y maldito. Es una
población, por cierto, predestinada a sufrir algo parecido teniendo en cuenta
los datos de que, para 90.000 habitantes, había 18 armerías y 200 iglesias.